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miércoles, 10 de septiembre de 2008

"Cuentos de Antaño"



"Cuentos de Antaño"




Este y otros cuentos no son producto de mi imaginación, vienen de antaño y fueron contados una y mil veces en tardes de ocio y calma. El balancín viejo de la casona colonial, donde nací y crecí, sabe que no miento. Sentado sobre las cómodas y suaves piernas de mi abuela, a la sombra de un frondoso Flamboyant, impulsado por la cadencia propia del silencioso balanceo, los escuché atentamente descubriendo la ternura y enseñanzas que habían en ellos. Mi abuela recordaba como llegaron a ella a través de sus abuelos y así sucesivamente de boca en boca encadenados remontándose al eterno pasado.

Ahora los hago presente para perpetuar su memoria y a la vez entregar a los abuelos del mañana las historias que contarán a sus nietos.




"Cucarachita Martínez"

En un lejano bosque, donde reinaba la tranquilidad absoluta , vivía una cucarachita llamada Martínez. Era muy hacendosa y sociable. Aunque tenía muchos conocidos siempre se quejaba de su soledad. Un día, mientras barría el frente de su casa, se encontró una moneda. Acariciándola por ambos lados dijo:

-Esto es mucho dinero para empezar el día.
¿Qué me compraré con esta moneda?
¡Me compraré un vestido de noche!
Ay no no, que me dirán vanidosa.

¿Qué me compraré con esta moneda?
¡Me compraré un paquete de chocolate!
Ay no no, que me dirán golosa.

¿Qué me compraré con esta moneda?
¡Me compraré una caja de polvo!
Si, eso, me compraré una caja de polvo.

Se sacó el delantal, dejó la escoba a un lado y partió feliz a comprar su polvo para embellecerse. A la vuelta su carita se empolvó y en la puerta de su casa en un banquillo se sentó.

De pronto se detuvo frente al portón un perrito y al verla tan guapa le dijo:
-Cucarachita Martínez que linda estas. ¿Te quieres casar conmigo?
-¿A ver, qué haces de noche?- preguntó ella
-¡Guau, guau, guau!- gruñó a todo pulmón el perro.
-¡Ay no, no, que me asustarás y mis dulces sueños espantarás!
-El perro bajó su cabecita y partió muy triste.

Al poco rato pasó por allí un gato
-Cucarachita Martínez que linda estas. ¿Te quieres casar conmigo?
-¿A ver, qué haces de noche?
-Miau, miau, miau- maulló el gato.
-¡Ay no, no, que me asustarás y mis dulces sueños espantarás!
-El gato bajó su cabecita y se fue muy triste.

No habían pasado cinco minutos cuando frente a ella se detuvo un toro
-Cucarachita Martínez que linda estas. ¿Te quieres casar conmigo?
-¿A ver, qué haces de noche?
-Muu, muu, muu- gimió el toro.
-¡Ay no, no, que me asustarás y mis dulces sueños espantarás!
El toro sacudió sus patas traseras y muy despacio se marchó.

Entonces llegó un chivo.
-Cucarachita Martínez que linda estas. ¿Te quieres casar conmigo?
-¿A ver, qué haces de noche?
-Bee, bee, bee- baló el chivo.
-¡Ay no, no, que me asustarás y mis dulces sueños espantarás!
El chivo suspiró muy quedo y de un golpe se esfumó.

Y así estuvieron pasando frente a su casa muchos animales del bosque quienes, enterados de la belleza de la cucarachita, querían casarse con ella, pero a todos les iba mal y como se hizo de noche y había que descansar, la cucarachita se dispuso a entrar. De repente apareció por allí el ratoncito Pérez.

-Cucarachita Martínez que linda estas. ¿Te quieres casar conmigo?
-¿A ver, qué haces de noche?
-¿Yo?- Se preguntó a si mismo el ratoncito - Dormir y callar.
Si, dormir y callar.

Y como eso era justo lo que deseaba la cucarachita Martínez, se le acercó y su carita besó en señal de aprobación. Al día siguiente se casaron y fueron felices para toda la vida.


Fin


Comentario: Intacto en el frío de Kiev quedó este cuento que relaté muchas veces a mi ahijado ucraniano Vova Chadlov; veinte años después, pero con la misma fuerza lo dedico a mi otro ahijado, al pequeño Nicolás Araya Riquelme.