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martes, 1 de diciembre de 2015

“La marcha de Laura”



“La marcha de Laura”

Laura, con la vista fija en sus flores, sumergida entre el verde de su patio y el azul del mar, está pensando en su único hijo, quien al igual que ella desde otra óptica pero con sus mismas fuerzas, trata de imprimirle a su vida un matiz diferente, emprendiendo su propio vuelo a pesar de las rejas que lo retienen en el cautiverio inhumano y primitivo. Laura peina su cabello canoso y poblado. Deja el peine sobre el sofá y se incorpora para acercarse al televisor en el preciso momento en que los medios de comunicación emiten imágenes de las Damas de Blanco durante las protestas de esta última semana. Una periodista las está acusando de mercenarias por prestarse para una campaña de desprestigio a la Revolución. Laura apaga el televisor de tanta impotencia y rabia.
Una vecina le grita desde afuera: “Laura están hablando de ustedes. Ay mi madre!”

“¡Que ya lo he escuchado mujer!” Grita ella con desgano. Retoca su peinado y alisa su pulcra ropa blanca almidonada.

A siete años de su encarcelamiento, después de ver vejados sus sueños, las madres y esposas de muchos opositores al régimen se han unido en un suceso sin precedente que ha provocado una movilización de ambas fuerzas, los que están a favor y los que están en contra. En su cuadra algunos la evitan, otros le han quitado el saludo matinal pero ninguno la increpa porque saben la raíz de su verdad.

Laura hoy espera completar su recorrido por los callejones de La Habana Vieja, llevando con orgullo sus gladiolos, blandiéndolos cual arma indestructible. Le gritarán “gusana”, a ella que siempre estuvo del lado del deber, nacida para luchar y ganar en cada batalla que le encomendaba la joven revolución. Fue una de las fundadoras de los Comité, fue maestra alfabetizadora, anduvo de campo en campo en cuanto trabajo voluntario inventaba el gobierno. Cuando su marido se fue a luchar a Angola, allá por el setenta y ocho, se dedicó por completo a la educación de su hijo y a la Revolución con sus metas cotidianas, pensando en el mañana luminoso que le habían prometido y nunca llegó.

Ya es la hora. Otras mujeres con similares atuendos tocan a su puerta. Besos y abrazos. “En la calle está el resto” “¡Vámonos!”

Por delante está la calle Obispo, Neptuno y otras cuadras que sabrán de su marcha. No está segura si podrá reponerse y tolerar la gritería que ha de desatarse a su alrededor. Que alguien le vuelva a gritar “Negra de mierda”, en un país que cree en la igualdad y condena la discriminación, no es nada comparado con su dolor interno. La marcha últimamente la ha hecho más fuerte y cada vez más le permite establecer lazos y relaciones verdaderamente estrechas con otras mujeres, madres y esposas de la misma causa. El gobierno intentando mostrar su fuerza, ha puesto en la palestra su verdadera debilidad y fragilidad. El gobierno fomentará la bulla, en cambio ellas seguirán la marcha en silencio.

Su silencio es su esperanza, su silencio es su venganza, su silencio es su reclamo. La marcha hablará por si sola, desde la vida común, desde las formas en que se manifiesta el descontento contenido. Hablan los rostros de quienes marchan, el rostro de Laura que ya no es parte del rebaño. Laura siente que algo importante en ella ha cambiado. Y entiéndase que no está reclamando por la escasez de alimentos y medicinas, ni por los eternos apagones, ni por la falta de agua que es común en su barrio, ni por la desigualdad entre turistas y pobladores, ni porque le tienen intervenido el teléfono, ni por las cartas que nunca le llegan, ni por su vida que se ha visto envuelta en llamas. Laura cree fervientemente en esta nueva lucha, está peleando para que se reconozcan y respeten los derechos mínimos de su hijo que aunque piense diferente es y será un ser humano.



Fin