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domingo, 12 de junio de 2016

“El pasado en un guiño”

                               


                                  “El pasado en un guiño”



Hoy estás de cumpleaños Maritza. Te atrapa la tarde festejando tus cincuenta en Miami. Estás tendida en la mecedora de tu chalet disfrutando la agradable brisa antes de que lleguen los invitados. Al frente, el mismo mar, pero visto desde la otra orilla. No hay nada que estropee la paz pero sin pretenderlo te viene a la boca el sabor del ayer. Poco a poco el pasado se te asoma.

Desde hace veinte años no sabes de colas, menos de escasez. Recuerdas vagamente la premura por freír esas famosas croquetas de pescado que se pegaban al cielo de la boca, la preocupación de que el cake conseguido con tanto sacrificio no se echara a perder antes de que llegara la noche, las peleas con tu marido porque aún no resolvía el hielo suficiente para mantener frías las cervezas y refrescos.

Veinte años atrás estarían tus amigos más queridos, también los negritos del solar que llegaban sin permiso. Ellos con pantaloncitos almidonados, ellas con batas de colores pasteles ceñidas a la cintura y con regios peinados coronados con grandes lazos más rusos que africanos. Perdidos todos entre las fantasías de llevarse a la boca un trozo de torta con harto merengue. Vendría el Presidente del Comité aunque no te agradara pero al que había que mantener contento porque era un mal necesario. Religiosamente ese día se aparecía con su mujer, la negra más chusma y descarada de todo el solar. Yolanda, creo se llamaba. Ella se estiraba las pasas, abandonaba sus empercudidas chancletas, se ponía su mejor vestido y se presentaba de las primeras, husmeando cada detalle, alardeando familiaridad con esa risa estentórea que la caracterizaba.

Mientras llegaba el fotógrafo, que como era costumbre se presentaría con unas copas de más, te entretenías con nimias charlas. El Presidente se mantenía en el patio catando las cervecitas y prometiendo un par de sacos de cemento, promesa que se posponía año tras año hasta perderse en el tiempo. Y Yolanda, si es que así se llamaba, se dedicaba a interpretar tanto despilfarro, averiguando cómo lo hacían ustedes para conseguir los ingredientes de la pomposa ensalada, de dónde salieron los coditos y los huevos, las piñas y las tres manzanas. Preguntaba maliciosamente si no tenían por ahí algún disco de Celia Cruz, que esa si tenía sabor. Qué ganas de mandarla a la mierda, pero ya le habías prometido a tu marido que no sucumbirías ante sus provocaciones. Tú te deshacías en atenciones, entre el revoltijo de tanto niño ajeno. Y por allá, tras el limón del patio o bajo la mata de mango se le vería a Yolanda siguiendo a tu madre todo el rato, charlando amenamente, congraciándose hasta con el gato, procurando con ello al final del evento llevarse un par de cajitas de cartón con algo de comer para el día siguiente......porque según sus propias palabras “la cosa estaba de madre”.

Nunca caíste en sus engatusamientos. Tú sabías el veneno que envolvían todas sus frases incluyendo esta otra que de su boca salía cual ingenua retórica:
¡Qué va, mi amiga, esto no hay quien lo aguante!”

Continuará.

Fin


Santiago 2015