CORREO ELECTRONICO

lunes, 30 de junio de 2014

"Tras los recuerdos”



"Tras los recuerdos”

Cada vuelta a su isla le reporta una cuota importante de desgaste. Al menos así piensa Ofelia. Con cada viaje tiene que regresar irremediablemente al pasado, volver a ver las cortinas desechas, las grietas en las paredes de la que fue su casa, palpar los clavos oxidados que alguna vez sostuvieron cuadros y fotos que ya no están, volver a mirarse con dificultad en el espejo sin azogue del baño dañado por el paso del tiempo, volver a escuchar la gotera cuando llueve, volver a ahorrar jabón y agua a la hora de bañarse, fingir que ya no come carne para que alcance más para el resto, interpretar el apagón nocturno, cuando La Habana se queda en tinieblas, como un episodio fortuito y simpático, ensalzar las bondades del mismo sistema que en su momento la ahogó para no ser descortés ni entrar en vanas discusiones que estropeen los lazos afectivos con los suyos.

Mientras se ducha para sacarse el cansancio de un largo viaje, se le vienen encima los olores a moho, mezclados con aroma a comino y laurel, fragancias que logran empalagarla. Desde afuera se cuelan por las rendijas la música bullanguera y el alboroto propio del barrio que le provocan más nostalgia y confusión. Se agolpan en su lúcida mente los diálogos de los vivos y los muertos. Cubre sus arrugas de mujer sexagenaria con cremas que solo se ven en el país que la acogió hace más de veinte años, allá al otro lado del océano. Se observa a sí misma como cualquier pintor que escudriña la evolución de su insipiente pintura; y se pregunta por qué insiste en volver si ya no pertenece a este lugar. Constata que la dulzura de su gente no ha sido borrada y que se contrapone a las calamidades de la cotidianidad de sus vidas. Estoicamente todos asumen el presente sin importar cómo será el mañana.

Ofelia toma un cigarrillo y sale a la terraza donde todo reverdece y donde más notorio fermenta el verano. Aspira profundo. En sus ojos relumbra un brillo distinto que no se puede confirmar si será producto de la emoción, la alegría o la pena. Presta atención al movimiento y los ruidos de la calle. No quiere mirar hacia atrás para evitar las ventanas destruidas, la adusta decoración de la fachada, pero delante de ella no es distinto el panorama. Se centra entonces más allá, en ese mar multicolor con sus olas misteriosas y benévolas, en sus frescas y altas palmeras, en su permanente amor y desamor por esta tierra que de vez en vez la obliga a regresar.


FIN