CORREO ELECTRONICO

viernes, 4 de mayo de 2018

El mismo aroma de siempre



El mismo aroma de siempre


"Cuba qué linda es Cuba....." se expandía la melodía cual masaje seductor para los oídos tempraneros de cualquier habanero. Pero es interrumpida desde otra dirección con una canción yorubá con su típico repique de tambores y más allá se escabulle a empujones un reggaeton bullanguero. Una mañana tibia y en el barrio el ajetreo de siempre; los niños con sus pañoletas rojas rumbo a la escuela, la parada atiborrada de gente a la espera del camello que al parecer hace rato que no pasa, otros con más dinero en el bolsillo a la caza de algún almendrón. Y Leandro desde el destartalado balcón, cual pasivo observador con el diario en las manos, contempla el marchito esplendor de aquel magnífico y antiguo Vedado que le sonríe picarescamente.

Leandro se levantó hoy con un nuevo Presidente. "Se acaba la era de los Castros" le grita entusiasmada su vecina desde la acera y él le hace un gesto cómplice de silencio llevándose el índice a los labios. Ella ya viene de vuelta de hacer la tremenda cola para conseguir el puñetero pan. Agitada le grita " ¡Terrible la cosa!". El sonríe e inmutable sigue leyendo el artículo del Granma mientras espera que la cafeterita que le trajo un pariente de Miami le anuncie la primera colada del día. Si en algo coincide con el artículo del diario es que comienza una nueva era con un compañero que no será distinto, sino el resultado del diseño comunista de los hermanos Castro, fraguado durante décadas. ¡Vaya novedad! En verdad él duda de las capacidades del nuevo Presidente quien gracias a un esquema totalitario fue aprobado curiosamente por 603 votos de 604 en total. Hasta ahora no se sabe adónde fue a parar el voto disidente, ni se sabrá. Lo que tiene muy claro es que se aprobó lo dispuesto a dedo por el padrino político Raúl Castro, quien seguirá teniendo la última palabra desde las alturas del Partido Comunista y las Fuerza Armadas. 

Leandro tenía esperanzas de que hicieran elecciones de verdad, libres desde la base, con la participación de todos incluyendo a los movimientos cívicos. Esto de ayer no es más que el triunfo de la dictadura sobre la libertad de opinión y expresión. Siente que todos estos años ha atravesado un período ingenuo y utópico del cual aún no tiene certeza que pueda salir. Los vientos de cambios no se ven, al menos no llegan hasta él.

Juanita, otra vecina del primer piso, a la que tildan de loca porque no tiene pelos en al lengua, dice que "Esto es la misma mierda con las mismas moscas". Hay para todos los gustos, pues el jefe de vigilancia del Comité opina que ahora si se van a hacer las cosas bien. Y Leandro se pregunta "¿ Qué carajo hemos hecho entonces todos estos 59 años? ¿De quién es la culpa de que estemos como estamos? ¿Podrá el nuevo Presidente frente a la ortodoxia de la vieja guardia? ¿Podrá contra este monstruo de falencias y vicisitudes? ¿Se enfrentará a los errores del pasado? ¿Qué opinará sobre la guerra de Angola, sobre Nicaragua y El Salvador, sobre el envío de armas a Chile, sobre la arenga de "Mar para Bolivia?, ¿Acaso levantará el velo sobre el porqué de Mariel, los balseros, Ochoa, el acontecimiento del remolcador en la había? Estas y otras interrogantes le traen muy confundido

A Leandro le hubiese encantado haber escuchado un programa de gobierno del nuevo Presidente, pero se ha quedado con las ganas. Al menos espera por el bien de su pueblo que con éste hayan avances, que se tome en cuenta a la juventud, que no haga como Fidel quien consideraba que la sociedad socialista no podía permitir ciertas degeneraciones, refiriéndose a aquellos muchachos a los que consideraba vagos, porque "andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; con una guitarrita en actitudes ‘elvispreslianas’, organizando sus showsfeminoides por la libre. La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones". ¡Qué ridiculez!.

De ahí surgen sus inquietudes: ¿Su nieto podrá circular sin problemas con sus pitusas ajustados y sus sueños de volar? Porque si de algo está convencido es que su nieto no es lumpe, entiende la libertad como la posibilidad de tener un mejor empleo, ganar dinero, comer mejor, tener participación en las decisiones del país, labrarse un mejor futuro.

Pero mientras ese futuro llegue, Leandro seguirá haciendo malabares con sus catorce dólares de jubilación. Luchará para poder conseguir el litro de aceite a dolar y medio, esperará ansioso que aparezcan las medicinas que necesita. A la falta de agua y luz ya se acostumbró en tantos años de precariedad. Arruga el diario rojo y negro pero sin botarlo porque ya tendrá que necesitarlo cuando vaya al baño.

En resumen Leandro seguirá por la senda de la austeridad, aplaudiendo, marchando y apoyando las consignas vacías porque lo único que quiere a esta altura de la vida es morir en paz.

De repente la cafetera larga su ruido ensordecedor. Automáticamente se empieza a inundar el estrecho apartamento con el inconfundible aroma de siempre.


FIN


Abril 2018
Un día después del cambio. .........¿Cuál cambio?