CORREO ELECTRONICO

domingo, 5 de febrero de 2017

"El aroma de una carta"




“El aroma de una carta”


María Antonia acaba de dejar a su hija durmiendo en la cuna bajo la melodía del juguetico que le enviaron desde Miami cuando nació. De eso hace ya cuatro años. ¡Cómo pasa el tiempo!. María Antonia ha estado envuelta en llamas, entre el trabajo, el círculo infantil, las colas para esto o lo otro y los quehaceres propios del hogar. Ha aprendido a tolerar la separación y ha superado la sensación de fracaso, porque está convencida que aún no ha perdido la oportunidad de ser feliz, porque no es única y porque además ahora que está cerca de los treinta años, se siente mucho más madura para mirar con seriedad el pasado, para entenderlo y no volver a repetir los mismos errores del ayer.

Estaba pendiente de la olla donde había puesto a ablandar los frijoles negros al mismo tiempo que regaba las plantas de su balcón, cuando vio desde su terraza al cartero dirigirse al edificio. “Este me trae algo, porque al resto de viejos con quienes vivo, no les escriben ni los muertos”- pensó, y acto seguido bajó las escaleras corriendo para darle alcance y escuchar de boca de Enrique la confirmación de sus deseos.

¡Enrique, Enrique!- alcanzó a gritar dos veces.

Enrique se dio vuelta sosteniendo con esfuerzo el maletín atestado de correspondencia y asiéndolo hacia un lado sobre el hombro cansado y maltratado por el paso del tiempo, le dijo esbozando una amplia sonrisa:

-Niña, le traje cartica del norte, bien rellenita. Yo creo que con fotos. Si no sabré yo. Mire que estos callos no se equivocan.

Le muestra la palma de su mano. Ella, sin reparar en las callosidades porque tiene ojos solo para el manojo de cartas, lo invita a subir a su apartamento para agradecerle con una taza de café.
-Lo único malo es que estamos sin ascensor desde .....
-Desde el triunfo- interrumpe él con la malicia típica del cubano.
-Cuidado, que las paredes escuchan, además no es tanto.
-Yo siempre que vengo lo encuentro roto.
-Lo que pasa, es que este ascensor no es ruso, y el arreglo es un verdadero ingenio. Si no fuera por las caderas de la vecina del fondo, más los cigarros que le obsequiamos al mecánico de estos aparatos, sencillamente estaríamos fritos. Así es que no sufra usted por nosotras, que en un mes más esto está solucionado.
-¡Válgame Dios!
-Bueno, tampoco somos los únicos con el mismo problema.
-Hoy día, vivir en edificio con los apagones y con las roturas de los elevadores, no es vida.
-Con estos calores y el ejercicio permanente, mantenemos la figura.
-De eso no tengo la menor duda.

Entre diálogo y diálogo entraron al apartamentico. Dejó la carta sobre un estante y se dirigió a la cocina a preparar el café. El cartero esperaba en la sala, secándose el sudor de la frente y el cuello con un pañuelito. Mientras hervía el agua, María Antonia abrió presurosa el sobre. Sacó las fotos y se volvió para mostrársela a Enrique.
- Esta es mi amiga, la de Miami.
-¡Qué jovencita!.
-Somos contemporáneas, solo que ella dejó de ir a la agricultura y hacer largas colas desde los trece o catorce años. En cambio una sigue aquí en el ajetreo permanente y la resolvedera cotidiana.
-Otra vida- agrega él admirando el colorido de la foto.
-Otras historias- responde ella con recelo.
-Me imagino- acota él.
-Pero aquí estamos unidas por el tiempo, gozando de una amistad eterna y franca, contándonos la una a la otra las cosas cuando podemos e inventándonos los encuentros para que esta vida sea más grata y llevadera.
-Ahora entiendo por qué esperas con anhelo.
-Soy ansiosa.
-Lo mismo pasa con el resto.
-¡Le zumba la berenjena!
-No soy un autómata que reparte aquí y allí papeles por un sueldo. Conozco de sentimientos y realidades más crudas que la tuya; del padre que espera meses y meses noticias de su hijo; de la madre que quiere constatar que sus retoños pudieron cruzar el estrecho y están vivos; de la esposa que espera infructuosa los papeles legales de su marido para salir del país y unírsele; de tanta gente separada por este muro de agua y política. Gente pudriéndose aquí y allá, mientras esperan, aunque sean unas cortas líneas. Son veinte años en este ir y venir llevando noticias”.

Se asoma de pasadita la negra Fernanda. –“Enrique, ¿no hay carta?” y él, con un sólo movimiento de hombros encogidos, hace entender la respuesta que nadie quiere escuchar.

-¡Ay viejo!. Escríbeme tú, aunque sea. Alégrame la vida con una cartica o una postal. Mira, cualquier cosita, chico, menos el diario ese.- comenta mientras señala el periódico Granma que descansa sobre la mesa de centro. Y sin despedirse, se aleja con su trova irascible, mascullando palabrotas que se escuchan hasta que su voz se pierde definitivamente en el cajón de escalera.
María Antonia le acerca la taza de café. Enrique continúa su relato, mientras sorbe el cafecito:
-En este ir y venir he aprendido a distinguir a los violentos, los nerviosos, los ansiosos, los bravucones, los pendencieros, los chismosos por convicción, los retraídos, los conservadores- Sigue su discurso- Llevo aliento con este manojo de cartas. Te imaginas cuántas anécdotas, con esa manera grandilocuente que tenemos los cubanos para hacer historias grandes hasta de temas pequeños. Hemos convertido en tradición la forma de cambiar la desgracia por un chiste divertido de esquina. Y hasta me han abordado: -¿Pero hasta cuándo, Enrique?, llevamos meses esperando viejo!.

Sorbe nuevamente-Como si yo fuera el culpable de tanto desvelo. Más de un portazo se ha oído a mis espaldas. Me insultan o me advierten que me van a acusar con el santero. Pero yo sigo incólume porque sé que no es nada personal. Y cuando llegue esa carta tan deseada, no faltará quien me invite a cenar.

Terminó su relato, se tomó el último sorbo de café y retomando su quehacer, se despidió, diciendo:
-Te dejo para que disfrutes a tu amiga. Tú eres afortunada, niña. Te escriben de muchas partes y con una frecuencia inusitada”.
-¿Usted cree, caballero?
-¡Por supuesto!

María Antonia cerró la puerta, tomó a su niña de la cuna y la colocó el corral con sus juguetes. Se tiró en el sillón, tratando de interpretar el aroma del sobre, lo abrió con mucho cuidado para conservar intactas las estampillas multicolores y se puso a escudriñar ansiosa cada palabra.

Fin