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martes, 6 de noviembre de 2012

“Sin olvidar el pasado”


“Sin olvidar el pasado”

Quién diría que esa mujer sesentona, con pantalón rojo furioso y blusa multicolor es Javiera, la misma que veinte años atrás andaba por Camagüey cabizbaja vestida de tormentoso negro. Los que la conocen bien dicen que cuando pudo enterrar a su esposo, cambió inmediatamente el uniforme verde olivo con que siempre andaba orgullosamente ataviada por un negro luctuoso que llevaba incluso los domingos. Sin llegar a ser disidente, decayó notablemente su entusiasmo revolucionario, dejó de participar en las reuniones del Comité, llenó sus horas de ocio con oraciones, acompañada de velas, rituales y sahumerios. Aunque se compró una cadena con la imagen de la Caridad del Cobre, nunca se le vio en la iglesia. A misa no iba porque la situación era convulsa. El coraje le alcanzó sólo para tirar la tenida proletaria y medallas combatientes al fogón junto con recortes de los diarios del Partido que relataban la guerra de Angola y el avance impetuoso de las tropas cubanas en el frente. Los parientes comentaban que con ese drama anduvo largo tiempo hasta que llegaron muchos nietos a su vida trayéndole además de los ruedos, las risas y los cantos, las ganas de sustituir entre otras cosas, los colores lúgubres que la oprimían por racimo de matices vivos y dinámicos. Algunos creen que hoy como siempre sigue pensando en él pero de una manera diferente, sin buscar razones, causas ni culpables. Derribó la barrera que la ataba al dolor. Con el tiempo las heridas sanaron. Hoy mira al cielo con los pies bien puestos en la tierra. De vez en vez relee “Aquellos vagones verdes”, entonces la imagen del marido colgado en la viga del techo aparece en su mente, pero ahora lo recuerda como un hecho del ayer, discordante y disparatado, muy lejano, que para nada estropeara su actual vida que también es generosa e importante. Porque Javiera ha sabido valientemente sacudirse el luto de encima sin olvidar absolutamente el triste pasado.



FIN