CORREO ELECTRONICO

miércoles, 30 de marzo de 2016

Negar lo evidente



                                         Negar lo evidente


Aljimiro madrugó como de costumbre para conseguir el famoso y único diario Granma. Lo atrapa La Habana, urbe que traspira ese aroma de mar mañanero tan habitual en ella y que pasa del jolgorio de los últimos días con la visita de Obama a la calma aparente de una ciudad que sigue su ritmo espectral, lánguida, sin apuros.

El hermano Obama”  así rezaba el titular en tinta negra.

Ahora Aljimiro vuelve como Quijote blandiendo el periodicucho de cuatro hojas que si no le sirve para instruirse al menos ocupará en cualquier momento para envolver el pancito de la bodega o un par de papas o lo que por ahí aparezca. Porque la calle depara muchas sorpresas. En cualquier esquina puede sonreírle la dicha. El otro día, sin ir tan lejos, detrás de un frondoso árbol un joven se le abalanzó con una ristra de cebollas. No hubo tiempo ni para regatear. La operación se efectuó rápidamente antes que algún policía chivatón olfateara el negocio y lo dejara sin cebollitas. Pero así como gana, también pierde, pues en dos ocasiones no ha podido comprar por falta de javita. ¿A quién se le ocurre vender frijoles sin envase?

Por el camino Aljimiro se detiene donde Ofelia, una vecina de noventa y picos de años que se niega a morir. Al igual que él, se despertó con el alba y aunque aún no sale a hacer cola, cualquier cola que Dios le ofrezca, ya ha barrido el jardín y parte de la acera, pues ella es de la estirpe de las Marianas, de las que no creen en boberías; puro empeño y esfuerzo. Ofelia deja la escoba a un costado y le invita a una tacita de café que recién colará, pues si hay algo que ella no se puede permitir, es un café añejo ¡Qué va!

Mientras prepara el preciado líquido, el aroma se expande por toda la cocina que no es chica, y se escurre hasta las casas vecinas, embriagando a humanos y animales por igual. Aljimiro hojea el escuálido diario. Luego ambos, sentados en el añoso portal, degustan el cafecito matutino y comparten las noticias del día. Se detienen ante las reflexiones del Comandante Fidel Castro respecto de la visita de Obama a la isla, en esa parte que dice “que nadie se haga la ilusión de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza espiritual que ha ganado...”

Ofelia se resiste a creer que el Comandante aún esté vivo. Al menos eso es lo que dicen muchos en la cuadra, que esas reflexiones distan demasiado de los encendidos y entretenidos discursos de cuatro horas que ella se espantaba frente al televisor sin pestañar. “¡Ese era Fidel. Estaba ahí. Era parte de su casa!" Entonces ella creía que tendría mejor futuro y aplaudía cuantas ideas se le ocurrían al gran líder. Pero es Aljimiro quien le hace ver y entender que solo el Comandante impondría a la editorial esos párrafos con incoherencias y divagaciones propias de una persona de avanzada edad.

_Sí Ofelia, tiene que ser él. Si fuese alguien de la camarilla serían más pulidas y menos genuinas esas expresiones. Estos alicaídos discursitos tienen la impronta del Comandante, aunque carezcan de frescura. Se nota que son frases ancladas al pasado, que todo esto es una recopilación burda de textos del ayer.”

En verdad son reflexiones que tratan de desviar la atención del desbarajuste interno, de la ineficiencia económica, de la caducada ideología militante. Ambos coinciden en que el Comandante tiene razón en algunas cosas pero no comparten eso que dice “los cubanos somos capaces de producir los alimentos y las riquezas materiales que necesitamos".

“-Después del triunfo se perdieron tantas cosas- aporta Ofelia- los espárragos, las berenjenas, aquellos paquetes de berros que vendían los chinos". Sorbe su cafecito y continúa: “Después empezamos a recibir ayuda de aquí y de allá, albaricoques de Albania, cositas de Bulgaria, la carne rusa, el span chino, las latas de col con pollo de Yugoslavia. ¿Cómo se le ocurre al Comandante decir que no necesitamos que el imperio nos regale nada? Claro que los necesitamos, ¿o acaso su despensa es distinta a la mía?'”

En eso ocupan tres cuartos de hora. La segunda ronda de café se ha acabado y el día está recién por empezar. Aljimiro se marcha con hartas dudas en su cabeza, piensa que mientras el gobierno niega lo evidente, él se sigue manejando con su libretica de abastecimiento que cada vez rinde menos. Y alrededor sigue topándose con las Damas de blanco, los disturbios y el descontento, que si no es masivo, al menos es popular. Aunque Raúl enfáticamente diga que en Cuba no hay presos políticos, él sabe de su vecino que está retenido, no por vender huevos precisamente, sino por pensar distinto y expresarlo a viva voz. "Es que ese no tiene pelos en la lengua"

Cuando Aljimiro ha llegado a su apartamentico y abre el refrigerador para sacar el pomo de agua fría, se percata de su real precariedad. Es entonces cuando hace su propia y genuina reflexión:

“Quién me iba a decir que a esta altura de mi vida, después de cincuenta y siete años de Revolución, estaría viviendo esta evidente involución".


FIN



Marzo 2016