Juanita ha tenido más de veinticuatro horas de verdadero trajín. Reuniones, papeles, órdenes de aquí para allá, desencuentros con los jefes y organizadores de estas estrepitosas elecciones.
El despertador la tiró de la cama. Se dio un bañito ligero y corto. Se tomó un buchito de café y a trabajar. Estaba metida en esto por Ernestico, su hijo, quien pronto debería postular a la escuela militar. Ella mejor que nadie sabía que el informe del comité incluiría entre otras cosas la participación familiar en los comicios. Esa experiencia la vivió con frustración y descontento cuando su hija quiso viajar a Chile invitada por una compañera de la universidad. El informe que tuvo que completar el presidente del Comité describía no solo la conducta de la niña, que era intachable, sino su participación en las tareas del CDR*, si hacía la guardia decederista, con qué frecuencia realizaba la limpieza de la cuadra, si tenía las cuotas al día, si colaboraba con la lectura de los discursos de Fidel y Raúl, si se le veía en la Plaza de la Revolución cuando la situación lo ameritaba. Al fin y al cabo de nada le sirvió el famoso informe. La chica no pudo ir a Chile porque las autoridades, entre una entrevista y otra, le convencieron de que sería pecaminoso e injusto distanciarse de su querida patria en medio del período especial, justo cuando la situación estaba más complicada.
Pero eso corresponde al pasado. Hoy tuvo que ponerse la máscara y llenarse de entusiasmo para encargarse de los materiales instructivos, de las meriendas para los pioneros que custodian las urnas, del apoyo de los policías, de las flores que llevó desde su jardín, del aseo del local, del escrutinio, entre otras muchas cosas. Fue “un día de madre” como ella diría. Ahora, aletargada, se sienta frente al televisor. Con los pies metidos en una palangana con agua caliente, espera ansiosa las noticias. Del marido sigue sin saber, pero se entera que el proceso en el que ambos han participado desde distintas esquinas ha culminado con éxito.
“El noventa y cinco por ciento de los electores acudió a las urnas, lo que constituyó una muestra de respaldo a nuestro sistema político y una contundente respuesta a las campañas mediáticas orquestadas por el gobierno de los Estados Unidos y sus lacayos del patio”.
Juanita tendrá muchas marañas en su cabeza, pero no comparte ese diagnóstico. Siente que no votó por el sistema sino por la vecina candidata, porque cree que ella podrá aportar algo más que lo que ha hecho el resto, que podrá con su esfuerzo y arrojo sacar al calamitoso barrio del barro en que se encuentra. Por lo menos nota un avance en esta avalancha de retrocesos. Hoy el gobierno ha reconocido que hubo no solo boletas válidas, también depositadas en blanco y unas cuantas anuladas. En las elecciones anteriores cuando ella estuvo muy enojada con el sistema y se quiso desquitar rayando su boleta, el resultado fue distinto a lo esperado. Su mesa informó que el cien por ciento había votado satisfactoriamente y ella tuvo que tragarse su duda y su orgullo porque en tales circunstancias no tenía adónde acudir para reclamar.
En estos momentos, igual que antes, se apodera de ella la gran incertidumbre; no está segura si las cifras que está escuchando, serán reflejo fiel de la realidad. Esta noche Juanita otra vez se irá a dormir sin su media naranja quien podría en cierta medida aplacar su ansiedad, y caerá en los brazos de Morfeo con la eterna duda, con la que además irremediablemente mañana volverá a despertar.
FIN
CDR: Comité de Defensa de la Revolución.
Cederista: Miembro del CDR