CORREO ELECTRONICO

lunes, 8 de noviembre de 2010

"Cuba Libre"







“Cuba Libre”





Atrás quedaron, aunque por poco tiempo, el buen vino y el severo clima santiaguino de invierno. En esta otra mesa de un colonial hostal con vista a la bahía de La Habana y a un parquecito demasiado verde que acá llaman Plaza de Armas, espero paciente bajo la mirada escudriñadora de un agente de seguridad. Estoy convencido que esa es su profesión porque se mueve rígido, dialoga y camina digiriendo el ambiente del bar en aras de la Revolución. Vigila cada persona que sale o entra, tieso como maniquí, estoico y a veces ridículo desmenuza todo lo que a su alrededor sucede. Sorbo el refrescante Mojito, remuevo con gusto las esbeltas hojas de yerbabuena, aromáticas como el resto del entorno. Clavo de olor, tabaco y ron empalagan el local amoblado con intensiones cincuentenarias. Me creo Hemingway. Trato de disfrutar todo el lugar con hidalguía y confort. Hasta mí llega la brisa que empuja o provoca un enorme ventilador adosado a la pared con gigantescas aspas. Afuera llovizna, pero aún así continúa el intenso calor. Antes que la oscuridad cobije a toda la ciudad, diviso un inmenso barco ruso que con maniobra lenta atraca en el puerto. De repente ella, la mujer que espero, entra apresurada al bar. Cierra el paraguas multicolor, se sacude el pelo negro, retoca la flor mar-pacífico que lleva sobre la oreja, se arregla su ajustada falda de algodón. Aunque no nos conocemos, nuestras miradas, cruzadas desde el momento en que ella aborda el bar, se entrelazan cómplices y sinceras. Se dirige directo a mi mesa y antes de que yo salude me dice:
-Hola chico, soy Clara.
Ambos sabemos que no es su nombre. Sin dejarme hablar, ni presentarme, continúa clavando en mí sus ojos color canela y miel.
- Es que tienes una cara de chileno que no despistas ni a María Santísima.
Qué graciosa, pienso mientras le tiendo la silla para que se acomode.
-Pero aquí hay muchos foráneos -reclamo en tono afectuoso.
Ella se acerca más dejándome interpretar su olor a jazmín encendido. -Pero tu cara pálida y postura distan muchísimo de las de los mexicanos, españoles o italianos.
Sonrío. El lenguaje misterioso de su mirada se trasforma en un guiño.
- ¿Sabías que los chilenos se distinguen a media legua?.
-No te creo- le enrostro.
-Comedidos, discretos- hace una breve pausa y sigue- circunspectos, apagados, atrapados en sí mismos.
Suelto una carcajada y le digo:
-Gracias por la sinceridad. ¿Algún adjetivo más?.
-No, suficiente para empezar- ríe con picardía.
-¿Te apetece algo?; qué se yo, ¿un trago quizás?”- le ofrezco con genuina caballerosidad.
-Gracias chico. Una Tropicola fría no me haría mal.
Le hago señas al mozo para que tome el pedido pero éste, lento como el verano tropical ni se inmuta.
-Con este calor de madre me refresco y suavizo mi mal humor y temperamento. Me retrasé un poquitico porque estuve largo rato en una maldita cola que no avanzaba. Al final tuve que posponer la compra del pan para la vuelta o para nunca jamás. Hay que saber priorizar entre lo urgente y lo importante. Eso también lo aprendí en las eternas y tediosas clases de Marxismo-leninismo-.Se ríe y esparce su amplia carcajada.

Le tiendo el paquete por el que ha venido, ella presurosa desgarra el envoltorio. Revisa el bulto, una carta y un libro finamente encuadernado. Palpa su carátula, lo voltea y lee brevemente el prólogo. Con su pulgar e índice de la mano derecha recorre los bordes del libro como si sopesara su contenido. Observo sus manos finas que terminan en largos y delicados dedos coronados por uñas esmaltadas bien cuidadas. Le brota una lágrima y me pide que no le haga caso que es solo producto de la emoción que le provoca ver el ejemplar prohibido. Ya sé que no puede abrir el libro y disfrutarlo a su antojo en este lugar, mucho menos teniendo tan cerca al miembro de la seguridad quien a esta hora, más para bien que para mal, la habrá tomado por simple jinetera. Lo hojea con disimulo y desconfianza.- “Cuba Libre”- serpentean sus ojos y agrega muy quedo- de autora cubana, la bloguera que escribe bajos las narices del imperio comunista. Esto es un verdadero acontecimiento algo así como haber parido un hijo.

Me habla tupido del aumento de la desigualdad, que cada vez más se aleja del bienestar por el que pelearon sus abuelos, que hay más tensiones menos recursos, menos consuelo, que la estabilidad económica no es tal, la voz se le quiebra y me pide que no le haga caso que el tiempo y la lluvia la tienen mal.

En la barra una gordita con sabor entona boleros de antaño, mientras unos turistas coquetean con sus regías y exuberantes mulatas, todos ensimismados con la llovizna, el calor, el amor y el mar.

Ella mirando el libro me dice casi susurrando- Primero le costará gatear, luego se incorporará firme y seguro, caminará erguido y se multiplicará. Mañana mismo bajo esta ciudad salpicada de sol echará a andar de mano en mano sin parar.

En eso se acerca el mozo. Ella, antes que éste pregunte qué deseamos tomar, cambiando de parecer me dice:

-¿Sabes una cosa?, pensándolo bien prefiero un CUBALIBRE para brindar de verdad- y mirando fijamente el libro de igual nombre, camuflado bajo el papel de regalo exclama- Aunque a algunos les duelan las palabras, has nacido para vivir y volar.

FIN