No nos perdimos ningún evento, crecimos viendo al famoso locutor Pinelli en los trajines carnavalescos, quien envejeció tanto como el júbilo propio del acontecimiento. Cada vez habían menos comparsas , menos carrozas, menos entusiasmo. Por las noches apenas se observaban adornos alegóricos y luces multicolores. Los altos parlantes con consignas socialistas y canciones propias de la época revolucionaria fueron ahogando el cantar de los pregoneros, quienes con el escasear de los productos nacionales, la verdolaga , albahaca, rabanitos y las lechugas frescas, desaparecieron con sus pregones y colorido. El manisero y el tamalero tuvieron que aprender otro empleo. Desaparecieron las galerías del centro, las barberias del barrio, los limpiabotas y sus letreros. Los chinitos, que vendían pan con lechón a un costado de la terminal de ferrocarriles, se esfumaron, vaya usted saber adónde. ¿Te acuerdas Negra, cómo todo se fue apagando? Hasta que un día a “Quien Tú Sabes” se le ocurrió que los carnavales, con esos ostentosos concursos de bellezas y toda esa parafernalia capitalista, eran incompatibles con nuestra sana ideología, además en Rusia nada de eso existía y todos allá eran muy felices. Ya no es como antes. ¡Ay Negra!, nos estamos quedando definitivamente sin “San Juan”.
Comentario: Un lector camagüeyano solicita aclarar que en honor a la verdad, aunque con menos colorido, más austeridad y nada trascendental, el Carnaval hasta hoy día sigue dando de qué hablar.