CORREO ELECTRONICO

viernes, 7 de junio de 2013

"Ejercicio de memoria"

¿ Te acuerdas, Negra, del verdadero “San Juan”?


Carnaval le decían en otras partes, pero para nosotros era simplemente “San Juan”. ¡Apoteósico, Negra!. Arrollábamos en la paradisíaca conga, al compás de los tambores, agradeciendo el sudor de los otros negros retintos que delante no dejaban de tocar siguiendo el ademán del líder del grupo. Caminábamos largas cuadras, desde la esquina de Julio Sanguily, pasando por la calle República, hasta la distinguida Plaza de la Caridad, metidos en el entusiasmo de la muchedumbre que cada vez era mayor, todos moviendo piernas y caderas en un encuentro con los santos y Yemayá. Cuando el cuero del tambor ya no daba para más y no podía trasmitir la magia necesaria, hacían un paréntesis los comparsitas, prendían candela con el ron y calentaban el cuero, que temblaba luego lujurioso de pura flagelación. La bachata continuaba circundando la ciudad, pero no para nosotros quienes habíamos atravesado a esa altura varios repartos, y no teníamos intenciones de amanecer con los pies dañados por la marcha. Nos devolvíamos plenos a casa a soñar no sin antes hacer una paradita en el parque "Agramonte", donde recostados a cualquier robusto tinajón del bandejón central, te bebías una maltina, yo, unas cuantas botellas de cervecita cristal.

No nos perdimos ningún evento, crecimos viendo al famoso locutor Pinelli en los trajines carnavalescos, quien envejeció tanto como el júbilo propio del acontecimiento. Cada vez habían menos comparsas , menos carrozas, menos entusiasmo. Por las noches apenas se observaban adornos alegóricos y luces multicolores. Los altos parlantes con consignas socialistas y canciones propias de la época revolucionaria fueron ahogando el cantar de los pregoneros, quienes con el escasear de los productos nacionales, la verdolaga , albahaca, rabanitos y las lechugas frescas, desaparecieron con sus pregones y colorido. El manisero y el tamalero tuvieron que aprender otro empleo. Desaparecieron las galerías del centro, las barberias del barrio, los limpiabotas y sus letreros. Los chinitos, que vendían pan con lechón a un costado de la terminal de ferrocarriles, se esfumaron, vaya usted saber adónde. ¿Te acuerdas Negra, cómo todo se fue apagando? Hasta que un día a “Quien Tú Sabes” se le ocurrió que los carnavales, con esos ostentosos concursos de bellezas y toda esa parafernalia capitalista, eran incompatibles con nuestra sana ideología, además en Rusia nada de eso existía y todos allá eran muy felices. Ya no es como antes. ¡Ay Negra!, nos estamos quedando definitivamente sin “San Juan”.



-Sí Negro, ¡Nos estamos quedando sin nada!

Fin

Comentario: Un lector camagüeyano solicita aclarar que en honor a la verdad, aunque con menos colorido, más austeridad y nada trascendental, el Carnaval hasta hoy día sigue dando de qué hablar.