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miércoles, 10 de octubre de 2012

"A Candela la vida le duele"




"A Candela la vida le duele"


Candela se toma el pelo y mira al cielo contemplando el rumbo del sol que va camino al norte. La humedad del aire no le molesta a esta hora de la tarde. Arroja el gancho que pretendía amarrarse como nudo y suelta ansiosa su cabello. Se le ve exuberante, exacerbadamente optimista, después de tantos ensayos múltiples e innumerables fracasos. Atrás va quedando el caluroso día enredado entre sueños, pesadillas, maltratado por estrepitosas consignas, deseos malogrados y situaciones tóxicas y permanentes.

Muchas veces se ha visto a Candela por los pantanos, allá donde van a parar los desechos del pueblo, una suerte de foso de estiércol y morralla del combinado pesquero, enterrada hasta el cuello en los manglares, cubierta de espinas de cactus y raíces marinas para confundir a los guardacostas, rodeada de mosquitos aerodinámicos, huyendo de bultos estrafalarios y escalofriantes figuras fabulosas, cocodrilos embadurnados olfateando miedo entre tanto nerviosismo contenido; y ella rogando a sus santos y a sus muertos para no terminar dentro de la bolsa abdominal de los hambrientos caimanes, convertida en pasta hedionda, fétida podredumbre de sus deseos.


Y las veces que logró hacerse a la mar en aquellas precarias balsas, recuerda haberse visto involucrada en desmanes y tormentos. Acude a su mente el olor a orina de los hombres cobardes cuando el miedo se exuda en todas sus facetas, cuando desvanecen los más valientes y se embrutecen los pendejos. Ella ha aprendido nuevos códigos olfativos, y con el tiempo ha entrenado su mirada que se tornó acuciosa, mezcla de natural y salvaje. Por eso, desde su ventana con vista a la tarde que más parece noche, situada en el límite entre la negación y la esperanza, se lanza por la segunda opción. ¡Hoy si lo voy a lograr!-piensa entusiasmada.

Ahora todo será diferente. Candela presiente que no será ni apresada ni devuelta. Se ha unido a un grupo que no es un partido sino un enjambre de bulliciosos desafectos, enemigos de la escasez, desarraigados soñadores, impertinentes en ocasiones; piratas y corsarios de los nuevos tiempos, errantes náufragos frente al anchuroso azul horizonte. Los que conocen sus tribulaciones dicen que es liviana, otros opinan que es impura, pero todos sin excepción coinciden que es hermosa aunque demasiado inmadura. Nadie o casi nadie quiere entender que sus esquemas mentales son aunque inverosímiles, acertados y concretos.

Ella se agotó de los sombreros, de sus zapatos viejos, de los ruidos proletarios, del raído arado que le regaló su abuelo, del camión, del tumulto de las guaguas, del pan añejo, de las iguanas del playazo, de los jejenes en verano y de los mosquitos en invierno.

A las doce mientras el pueblo perecía frente al apagón, Candela, bajo la lluvia, alzó el vuelo.

De esto ha pasado ya mucho tiempo. De Candela no se sabe si se la llevó el huracán, una ola salvaje, si sucumbió ante la sed o el calor, arropada por la humedad una noche lluviosa sin paredes ni techos. No se han encontrado restos de maderas, ni evidencias de caucho, de hombres, de metal, de telas, de cueros.

Candela no tendrá homenajes ni responsos. Sospecho que su madre llora en silencio y tengo la impresión que también ve en la hija a un ángel, hechizada, enamorada, convertida en espuma, chocando con sus raíces frente a las costas de su Santa Cruz del Sur natal, espumas que como chispas saltan y brillan sobre el cálido Mar Caribe.


Fin



Comentarios: Homenaje a una Rabassa engullida por el mar.

Un lector comenta:Francina Ramos Belmar desde Santiago de Chile.

Leí " A Candela la vida le duele " algo muy profundo en la conciencia emotiva porque tuve la experiencia de llegar en forma casual, aunque nada es casual, a una casa en Playa Larga , creo que era en Cabo Magüey, si no me equivoco, donde la noche anterior la hija de la dueña de casa se había ido en una balsa hacia Mexico, dejando con la abuela a un hijito de 2 años , al enterarme de esto en ese momento entré en el mismo estado que toda la familia, me tocaba estar en una realidad que siempre habías escuchado que pasaba pero a muchos kilómetros de ti... A poco estar ahí les llegó la dulce y espectacular noticia que todos los que iban en la balsa, incluida la chica, estaban a salvo en las costas mexicanas, la alegría y el alboroto de felicidad en este caso fue a otro nivel, que a diferencia de tu cuento, tuvo un final feliz. De ahí celebramos con el buen ron cubano y otras delicatesen que fueron saliendo en la calurosa noche de festejos y sones que vivimos ahí..... inolvidable . Maravillosas las reminiscencias que tuve tan sólo de leer tus hermosos y delicados cuentos. Gracias, un abrazo Francina.