CORREO ELECTRONICO

martes, 8 de mayo de 2012

"Francisco Lorenzo"

"Francisco Lorenzo"





Francisco Lorenzo no pretende sorprender a Camagüey, mucho menos al universo con sus figuras de barro, ese mundo ingenuo de hombres y artículos de campo, que se deja manosear hasta encontrar un acabado prefecto. Pero sin proponérselo, lo ha logrado. Hoy ha tenido una mañana extenuante buscando materiales por aquí y por allá, luchando contra el burocratismo propio del sistema y la miopía del régimen, rompiendo esquemas para conseguir llevar a cabo su exposición, para encontrar momentos únicos en este mismo camino que le permite manifestarse libremente.

Llega a su casa colonial, a un costado de la Plaza San Juan de Dios, marcando pasos aburridos. Pudo haberse detenido en las blancas mesitas que están frente al bar, pero hay demasiado calor. Ingresa al zaguán de su casa por un camino adoquinado, custodiado por maceteros de multicolores mantos y verdes helechos. Después de una ducha fría se tiende en la cama para en poco tiempo recuperar su energía y continuar con su proyecto. Rendido por la fatiga se echa a soñar dejando a un lado su Camagüey querido que a esta hora se desdobla bajo el sol implacable del mediodía.

Lo envuelve el sosiego por un par de horas hasta que el viento cálido y húmedo al golpear las persianas de su habitación lo despierta bruscamente. Al tratar de incorporarse descubre un ruido de muebles y un movimiento sobrenatural que viene de las piezas contiguas. Sus figuras de arcilla y barro se han liberado, escapan ansiosas de su dura y rígida armazón. Todas repartidas como inocentes criaturas han dejado de ser simples piezas contemplativas del entorno citadino de este mes de Mayo. Ahora ellas también quieren hablar, amar, pronunciarse, continuar. Sus diálogos llegan a ser perturbadores, estridentes, bulliciosos y beligerantes. Se alzan con sus propios temores, sus razones y sus corazones flechados. Otras se sienten desorientadas y solas vagan por el lugar. Manifiestan otros puntos de vistas que por naturaleza son muy básicos pero importantes igual; hacen colas, acarrean mercancías, fuman apasionadas. Se estremecen de una u otra forma todos sus hombrecitos llenos de efervescencia provocando descontrol.

Francisco no puede dar crédito a lo que sus ojos ven. Todo va más allá de su imaginación. Al lado de un rojo tinajón ve a su padre, blandiendo un aletargado paraguas, en esta ciudad donde nunca llueve ni por casualidad. En verdad, también su progenitor sigue el resto de su huella, el alboroto de greda y barro, de herraduras, de ancianos en taburetes y hombres con carretillas. Porque esta vez, quiere ser parte de él, esta vez no se irá tras el sueño americano porque no podrá luego con la nostalgia y la distancia. Son los fantasmas y afectos del pasado.

Cuando Francisco trata de inclinarse para hablarle a su padre, despierta y sale de este viaje inverosímil. Sobre la mesa de noche encuentra una de las figuras, que por ninguna razón debería estar allí. La toma sonriente y la devuelve al sitio original, donde el resto descansa ya. Reflexiona sobre este período de mucha claridad mental, donde el sueño pasa a ser un puente para visualizar otras metas, para hacer de sus figuras, verdaderos seres vivientes.

Vuelve a su pieza que empieza a oscurecerse junto con la tarde. Se agita en su cama, sonríe plácidamente, frota su mejilla contra la esponjosa y mullida almohada porque ha decidido además, en esta tarde de mayo, olvidarse del trabajo para seguir conectado con el maravilloso mundo de los sueños.


Fin


Comentario: Entiéndase este breve cuento como tributo a un destacado ceramista camagüeyano, amigo de antaño.

Septiembre, 2008