
A Celia también se le veía con su Mariposa o caña de ámbar en la oreja, como se le denomina a la orquídea, nuestra flor nacional. Ella no pudo estar errada cuando entregó todo a la causa, tendiendo puentes donde fluían los diálogos, buscando respuestas a tantas preguntas truncas en ese entonces, regalando bondad entre tanto desatino institucional y obrero. Muchos años después, otras mujeres, que en blanco impecable se pasean por las calles de mi gran ciudad, buscan con su blancura transparente un aliento de esperanza que mitigue su cruda realidad. Y hacen de su color, como orquídeas mañaneras, el flanco de atención, por sus albos pétalos símbolo de idealismo y rebeldía. Esta planta herbácea tiene rizomas subterráneos, profundos, inquietos como las dudas de estas fervientes señoras, su espiga de más de un metro de largo marca los pasos agigantados pero sin apuro que dan al caminar. Como racimos de flores perfumadas, las Damas de blanco se pasean en silencio proclamando su verdad por las calles adoquinadas de mi gran Habana, la moderna cosmopolita y la turística colonial.